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10 de diciembre de 2014

Trabajo duro.

Ya no oirás a nadie silbar por la calle, ni canturrear.  Ya nadie piensa en poemas, ya nadie piensar en poesía. Ya nadie abraza árboles.
La gente se ducha con agua caliente, lo que es malo para la circulación. Nos quejamos de que comemos mucho o de que nuestro sillón es incómodo. La vida gira entorno a las pulgadas de la televisión, gira entorno al "¿qué dirán?".
Como mi compañero Manrique expresaba en las "Coplas a la muerte de su padre"; ubi sunt?, es decir, ¿dónde queda todo lo que tenemos ahora mismo? Al nacer como al morir lo perdemos todo.
Los niños ya no bajan a las 10 de la mañana a los parques el día de reyes, los nuevos juguetes se estrenan en casa, encerrados, como en jaulas.
Nos quejamos del gobierno, "¡todos son unos corruptos!" decimos por whatsapp.
Sentimos con los dedos, presionando máquinas que creemos que son parte de nosotros, que nos representan.
La ropa es tu estátus, las fotos son tu vida, los libros son tu obligación.

Están acabando con la clase media, convirtiéndonos en tercer mundistas pero, nos lo esconden. Son tan listos que, creando series y programas televisivos estúpidos, los cuales pagamos con nuestros impuestos, nos hacen callar.
Son tan listos que ni tienen el bachiller.
 Nos absorven en pantallas, las cuales sueltan un brillo que atonta nuestras neuronas, vivimos en un constante aburrimiento camuflado.

 No quiero morir sin cicatrices.

Ya descansareomos cuando estemos muertos, ¿por qué tenemos que sufrir en esta vida? ¿por qué nos hacen ser vagos? ¿Por qué no podemos trabajar duro? Porque no sabemos nada sobre vivir. Y ya es hora de cambiar eso, ¿no?

A.

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